10.03.2011

Éste es un estado de demencia.
Las luces brillan a lo lejos, no se ven mucho porque aún es de día y el sol es más fuerte.
Nunca entendí a los viejitos que se sientan en el parque todo el día; están esperando. Esperan al amigo que jugará con ellos una partida de ajedrez, esperan a la chica en minifalda a la que le arranquen una sonrisa con sus ingeniosos halagos, esperan a que venga el embolador y les ponga conversa, o a cualquier persona con la cual puedan hablar del clima.
Acaba de sentarse uno a mi lado; me pregunta si me quiero tomar un tinto. Le respondo que no, porque el que venden está endulzado y yo no puedo consumir azúcar. Sonrío. Él ha recibido su sonrisa del día.
El tiempo pasa lento en este parque.
Las palomas pasan, comen, cagan, vuelan.
Hoy tengo 70 años y estoy sentada en el parque. Estoy esperando aún no se por qué.
Quiero una de esas paletas que vendían a 5 pesos.

7.18.2011

Cloaca.

Los huesos duelen. La garganta está hastiada de tragar. El mundo es
una cloaca que se va llenando con lo que voy viviendo. Cada botella
que me tomo se convierte en desechos para alimentar esa cloaca que
está rebosando.

Los pulmones duelen. La garganta está hastiada de tragar. Fumo mucho.
Por cada cigarrillo que se hace humo entre mis dedos, entre mis
labios, mueren mil cien niños por problemas respiratorios. Cada niño
que se mure se convierte en desechos que alimentan esa cloaca
rebosante.

Los ojos duelen. La garganta está hastiada de tragar. Odio mucho. Me
odio. Soy un zombie cadavérico sin un poco de respeto. Nada me
interesa lo suficiente. Nada me interesa, y camino por inercia,
buscando casi desesperada lo que me haga mover, como los cerebros,
como la carne, como el sexo, como el amor. Voy caminando con los ojos
cerrados hacia esa cloaca que no puede contener más.

Los sueños duelen. La garganta está hastiada de tragar. Nadie sueña
ser Robinson Crusoe en una isla desierta. Hace rato dejé de soñar;
solo me duermo y me despierto y hago lo que sea que hago y vuelvo a
dormir, y a despertar. Se acabó la magia y el conejo nunca salió del
sombrero. Ése conejo derramó la podredumbre del mundo hecho cloaca.

La cloaca está llena, pero nada me deja de doler. No dejo de tomar, de
fumar ni de odiar. Tampoco sueño. Duermo poco porque me da rabia no
soñar. Salgo poco para no tener más cosas por odiar. Los cigarrillos
sí los disfruto. El licor también. Soy el punto mínimo y molesto; la
mosca estúpida que se choca infinitamente contra el vidrio cerrado.

Ahora la cloaca se convierte en un vidrio cerrado. Impoluto. Espeso.
Un algo con lo que me estrello incansablemente. El mundo, aunque ya es
vidrio, no ha dejado de ser cloaca; por eso huele a mierda, por eso
soy una mosca que quiere atravesarlo.

A veces me levanto con ganas de morirme un poco, pero si uno se muere,
se muere todo. Eso me desanima y me da ganas de morirme toda. Pronto
se me quitan. Ni siquiera eso me interesa lo suficiente.

La garganta sigue hastiada, pero ya no hay más para tragar. El vidrio
está blindado. Tampoco me interesa lo suficiente.

5.02.2011

Soliloquio del solterón (parte de aguafuertes porteñas) - Roberto Arlt

Me miro el dedo gordo del pie, y gozo.
Gozo porque nadie me molesta. Igual que una tortuga, a la mañana, saco la cabeza debajo la caparazón de mis colchas y me digo, sabrosamente, moviendo el dedo gordo del pie: -Nadie me molesta. Vivo solo, tranquilo y gordo como un archipreste glotón.
Mi camita es honesta, de una plaza y gracias. Podría usarla sin reparo ninguno el Papa o el arzobispo.
A las ocho de la mañana entra a mi cuarto la patrona de la pensión, una señora gorda, sosegada y maternal. Me da dos palmaditas en la espalda y me pone junto al velador la taza de café con leche y pan con manteca. Mi patrona me respeta y considera. Mi patrona tiene un loro que dice: "¡Ajuá! ¿Te fuiste? Que te vaya bien", y el loro y la patrona me consuelan de que la vida sea ingrata para otros, que tienen mujer y, además de mujer, una caterva de hijos.
Soy dulcemente egoísta y no me parece mal.
Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y soy pacífico, tímido y solitario. No creo en los hombres, y menos en las mujeres, mas esta convicción no me impide buscar a veces el trato de ellas, porque la experiencia se afina en su roce, y además no hay mujer, por mala que sea, que no nos haga indirectamente algún bien.
Me gustan las muchachitas que se ganan la vida. Son las únicas mujeres que provocan en mí un respeto extraordinario, a pesar de que no siempre son un encanto. Pero me gustan porque afirman un sentimiento de independencia, que es el sentido interior que rige mi vida.
Más me gustan todavía las mujeres que no se pintan. Las que se lavan la cara, y con el cabello húmedo, salen a la calle, causando una sensación de limpieza interior y exterior que haría que uno, sin escrúpulos de ninguna clase, les besara encantado los pies.
No me gustan los chicos, sino excepcionalmente. En todo chiquillo, casi siempre se descubren fisonómicamente los rastros de las pillerías de los padres, de manera que sólo me agradan a la distancia y cuando pienso artificialmente con el pensamiento de los demás que coinciden en decir: "¡Qué chicos, son un encanto!", aunque es mentira.
Me baño todos los días en invierno y verano. Tener el cuerpo limpio me parece que es el comienzo de la higiene mental.
Creo en el amor cuando estoy triste, cuando estoy contento miro a ciertas mujeres como si fueran mis hermanas, y me agradaría tener el poder de hacerlas felices, aunque no se me oculta que tal pensamiento es un disparate, pues si es imposible que un hombre haga feliz a una sola mujer, menos todavía a todas.
He tenido varias novias, y en ellas descubrí únicamente el interés de casarse, cierto es que dijeron quererme, pero luego quisieron también a otros, lo cual demuestra que la naturaleza humana es sumamente inestable, aunque sus actos quieran inspirarse en sentimientos eternos. Y por eso no me casé con ninguna.
Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir honrado.
Mucha gente ha tratado de convencerme de que formara un hogar; al final descubrí que ellos serían muy felices si pudieran no tener hogar.
Soy servicial en la medida de lo posible y cuando mi egoísmo no se resiente mucho, aunque me he dado cuenta que el alma de los hombres está constituida de tal manera, que más pronto olvidan el bien que se les ha hecho que el mal que no se les causó.
Como todos los seres. humanos he localizado muchas mezquindades en mí y más me agradaría no tener ninguna, mas al final me he convencido que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le daría motivo a sus prójimos para hablar mal de él, y lo único que nunca se le perdona a un hombre, es su perfección.
Hay días que me despierto con un sentimiento de dulzura floreciendo en mi corazón. Entonces me hago escrupulosamente el nudo de la corbata y salgo a la calle, y miro amorosamente las curvas de las mujeres. Y doy
las gracias a Dios por haber fabricado un bicho tan lindo, que con su sola presencia nos enternece los sentidos y nos hace olvidar todo lo que hemos aprendido a costa del dolor.
Si estoy de buen humor, compro un diario y me entero de lo que pasa en el mundo, y siempre me convenzo de que es inútil que progrese la ciencia de los hombres si continúan manteniendo duro y agrio su corazón como era el corazón de los seres humanos hace mil años.
Al anochecer vuelvo a mi cuartujo de cenobita, y mientras espero que la sirvienta -una chica muy bruta y muy irritable- ponga la mesa, "sotto voce" canturreo Una furtiva lágrima, o sino Addio del passato o Bei giorni ridenti... Y mi corazón se anega de una paz maravillosa, y no me arrepiento de haber nacido.
No tengo parientes, y como respeto la belleza y detesto la descomposición, me he inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que yo muera el fuego me consuma y quede de mí, como único rastro de mi limpio paso sobre la tierra, unas puras cenizas.

Gracias a @carlosmtf por esto.

5.01.2011

Wendy Darling, 10 años después.

Una noche de luna llena y fría.
Un cigarrillo sin filtro.
Un café sin azúcar.
Un soplo de ausencia y escarcha.
Peter no volvió. ¡cómo odio la escarcha!.

4.30.2011

Rima quinceañera pendeja y sin esfuerzo.

Miro hacia arriba y el sol brilla
estoy en la terraza sentada en una silla
espero que todo el día esté soleado
pues ya necesito un buen bronceado.

Me pongo algo ligero, voy a caminar
no me importa mucho qué vaya a pasar
estoy cansada, solo quiero disfrutar
voy buscando alguien que me invite a cenar.

(Homenaje a Rebecca Black)

1.01.2011

Cortos medianamente entendibles: El pez vela.

Y entonces alguien le dijo: no te daré pescado, mejor te enseño a pescar; y así aprendió a pescar, y cada día atrapaba muchos peces, y se convirtió en su pasatiempo. Un día estaba sentada con los pies en el agua, sudor en la frente, algo distraída, algo ensimismada. Desde la mañana anterior se sentía como esperando algo, como cuando uno siente que algo muy bueno está por pasar, pero no pasa, y está como a la expectativa, como cuando uno no sabe que le regalarán la noche de navidad. Entonces estaba ahí sentada con los pies en el agua, sudor en la frente, algo distraída, algo ensimismada y de un momento a otro se puso de pie y clavó en el lago. Al abrir los ojos debajo del agua vio un pez vela y entonces ella sonrió; no sabía por qué, pero la sensación de espera había pasado, y sus labios sonrieron y supo por qué.Recordó algo que alguna vez escribió en uno de sus cuadernos: Cuando dos se conocen y se gustan, las risas sustituyen a cada momento las palabras.