7.18.2011

Cloaca.

Los huesos duelen. La garganta está hastiada de tragar. El mundo es
una cloaca que se va llenando con lo que voy viviendo. Cada botella
que me tomo se convierte en desechos para alimentar esa cloaca que
está rebosando.

Los pulmones duelen. La garganta está hastiada de tragar. Fumo mucho.
Por cada cigarrillo que se hace humo entre mis dedos, entre mis
labios, mueren mil cien niños por problemas respiratorios. Cada niño
que se mure se convierte en desechos que alimentan esa cloaca
rebosante.

Los ojos duelen. La garganta está hastiada de tragar. Odio mucho. Me
odio. Soy un zombie cadavérico sin un poco de respeto. Nada me
interesa lo suficiente. Nada me interesa, y camino por inercia,
buscando casi desesperada lo que me haga mover, como los cerebros,
como la carne, como el sexo, como el amor. Voy caminando con los ojos
cerrados hacia esa cloaca que no puede contener más.

Los sueños duelen. La garganta está hastiada de tragar. Nadie sueña
ser Robinson Crusoe en una isla desierta. Hace rato dejé de soñar;
solo me duermo y me despierto y hago lo que sea que hago y vuelvo a
dormir, y a despertar. Se acabó la magia y el conejo nunca salió del
sombrero. Ése conejo derramó la podredumbre del mundo hecho cloaca.

La cloaca está llena, pero nada me deja de doler. No dejo de tomar, de
fumar ni de odiar. Tampoco sueño. Duermo poco porque me da rabia no
soñar. Salgo poco para no tener más cosas por odiar. Los cigarrillos
sí los disfruto. El licor también. Soy el punto mínimo y molesto; la
mosca estúpida que se choca infinitamente contra el vidrio cerrado.

Ahora la cloaca se convierte en un vidrio cerrado. Impoluto. Espeso.
Un algo con lo que me estrello incansablemente. El mundo, aunque ya es
vidrio, no ha dejado de ser cloaca; por eso huele a mierda, por eso
soy una mosca que quiere atravesarlo.

A veces me levanto con ganas de morirme un poco, pero si uno se muere,
se muere todo. Eso me desanima y me da ganas de morirme toda. Pronto
se me quitan. Ni siquiera eso me interesa lo suficiente.

La garganta sigue hastiada, pero ya no hay más para tragar. El vidrio
está blindado. Tampoco me interesa lo suficiente.

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